Cuando están conmigo, callan. Ocasionalmente habrá una breve conversación, pero la diferencia en nuestras edades parece crear un abismo que presupone que hay poco en común por lo que hablar. Así que, siendo el buen introvertido que soy, no les insisto que tengamos una conversación.
Durante estos últimos dos años los he llevado a sus citas de biometría en el Centro de apoyo del USCIS. Básicamente, es una cita donde “tocan base", donde se les toman sus huellas dactilares y se confirma su dirección. No estoy seguro de qué más suceda, ya que no se me permite acompañarlos ‘hasta el fondo'.
Son buenos jóvenes. Regulares. Normales. En cierta forma, están ocupados con lo cotidiano de la adolescencia. Música, videos, comediantes, cosas que conforman el ambiente normal en el que vive un adolescente. Ambos están trabajando y yendo a la escuela, ayudando a mantener a la familia.
Pero ella y su familia han vivido una experiencia MUY fuera de lo normal. Hace tres años, agarró una infección que se le pasó al cerebro y la hizo entrar en coma durante la mayor parte de un año, y le ha llevado más de un año de rehabilitación para volver a la casi-normalidad. Pero ella y su familia sobrevivieron esa tormenta, y la superaron con gracia y valentía.
Ambos son parte del programa de Acción Diferida por Llegadas de la Niñez (D.A.C.A.). Puede que haya oído hablar de él en las noticias recientemente. Ninguno de los dos recuerda mucho del país de origen de sus padres. Eran demasiado jóvenes cuando se vinieron. Ya se encuentran en ‘su país’. Se sienten más cómodos hablando inglés. Se han asimilado. Son "americanos" en el sentido en que más se usa aquí en los Estados Unidos, que significa "proveniente de o perteneciente a los Estados Unidos de América".
Entrar en el programa no era sólo cosa de apuntar el nombre en un pedazo de papel. Habían condiciones. Requisitos. Ningún antecedente penal de ningún tipo. Estar matriculados en la escuela secundaria, la universidad o el ejército. A cambio, reciben un número de seguro social válido y un permiso de trabajo y una tarjeta de identificación que los identifica como bajo protección temporal. No son elegibles para beneficios de bienestar de ningún tipo, ni son elegibles para ayuda estudiantil federal, ni se les da un camino a la ciudadanía. Técnicamente, están en procedimientos de deportación, pero esos procedimientos están siendo postergados. Pospuesto. Pausado.
Con todo eso, todavía están poniendo un pie delante del otro, cuidándose a sí mismos y a sus familias, buscando sus vidas como cualquier otra persona. Literalmente, como CUALQUIER otra persona. Están soñando con un futuro para sí mismos que casi pueden tocar, lleno de promesas, esperanzas y expectativas. Son optimistas. Ya se han enfrentado con problemas aparentemente insuperables y han sobrevivido.
Es un privilegio - un honor - (y me humilla) conocerlos, llamarlos amigos, llamarlos familia.
Kenny Park
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